La semana pasada, o la anterior, o quién sabe cuándo, digamos que fue en algún momento A.A (antes del Apagón), fui al Doré y vi dos películas que tienen como tema central la infidelidad. La primera se llama Latin Lover (2015) y no tiene sentido comentarla en profundidad. Es una película para ver en el avión sobre un actor galán italiano que tuvo cinco hijas con cinco mujeres distintas.
La segunda sí es digna de mención. Unfaithfully Yours (1948) es otra película del ciclo de Preston Sturges que el Doré viene celebrando hace ya dos meses, y con razón. La película se tradujo en España como “Infielmente Tuyo” y en Latinoamérica como “Te odio, mi amor” y, más allá de contarles un poco la trama, quiero desarrollar sobre todo este punto de la traducción porque abre la pregunta más importante: ¿qué constituye una infidelidad?
Un prestigioso director de orquesta, Sir Alfred de Carter, se entera de que su mujer lo engaña con su asistente. La película es una comedia negra (todo lo negra que podía ser una comedia durante el Código Hays) en donde el personaje principal se debate entre matar a su esposa, perdonarla o suicidarse.
Sir Alfred no tiene pruebas de que su señora le haya sido infiel, sólo el reporte de un detective privado que le dijo que “una noche, la señora de Carter pasó 45 minutos en la habitación de Tony Windburn”. El detective opina que si bien lo más probable es el adulterio, realmente lo mejor sería olvidar todo el asunto y seguir adelante con el matrimonio. Pero Sir de Carter no puede con su mente, que empieza a maquinar.
Buena parte del metraje de la película consiste en la imaginación del director de orquesta. Mientras está en el concierto, fabula un plan elaboradísimo para asesinar a su esposa y lograr que su asistente sea visto como culpable. Luego, imagina una escena dramática en la que perdona a su mujer y le escribe un cheque para que ella viva tranquila con Tony. Y finalmente, una escena patética, en la que confronta a los amantes y los invita a jugar a la ruleta rusa. Alfred termina matándose con el primer tiro.
Vuelvo a los tres títulos. El original Unfaithfully Yours no nos da una pista de quién es el infiel. Ese yours no tiene sexo (el inglés no tiene géneros, sólo sexo, bien por él), y podría ser traducido como “tuyo”, “tuya” o, en los días que corren, “tuye”. De hecho, esta última opción sería óptima para mantener la sorpresa o dualidad del título, ya que finalmente sabremos que la mujer jamás había sido infiel.
En España fueron con “Infielmente Tuyo”, poniéndole al marido la carga de infidelidad. ¿Por qué? Nunca se plantea la posibilidad de que él sea el adúltero. ¿Qué llevó a los traductores a cometer tal traición a la trama?
Y mientras tanto, en algún país latinoamericano, algún distribuidor pensó en cambiar completamente la estructura del título y escribir “Te odio, mi amor”. ¿Qué título es mejor?
El latino tiene su gracia. Juega con la idea de que el amor y el odio pueden convivir, que sin duda es la tesis de la película. Sir Alfred se imagina que mata a su mujer, pero también que la perdona y la deja ir. Conviven en él ambas pasiones: su orgullo de macho y su amor incondicional.
Pero el español, para mí, es superior. El infiel es él, porque está yendo en contra de las leyes que rigen el matrimonio. Él está pensando en algo tan atroz como asesinar a su esposa, él está considerando abandonar ese juramento por distintas vías. El matrimonio es una institución que se defiende “en las buenas y en las malas”, y Alfred está tirando la toalla a la primera de cambio.
La infidelidad no es sólo el adulterio, nos dice el acertado título peninsular. Infidelidad es deshonrar el matrimonio en cualquiera de sus preceptos. España, país católico si los hay, sabe bien que al casarse los contrayentes dicen
“(…) me entrego a ti, y prometo serte fiel
en la prosperidad y en la adversidad,
en la salud y en la enfermedad,
y así amarte y respetarte
todos los días de mi vida”.
Serte fiel no es sólo no acostarse con otro, es amarte y respetarte todos los días de mi vida. Ese es el espírtu del matrimonio que Sir Alfred está rompiendo al imaginarse con gusto que mata a su señora, que la deja ir, que se suicida. Esa es la infidelidad de Alfred.
La infidelidad es la falta de respeto. Por eso es un lugar común en las películas, y en la vida real, que los cornudos digan “no me molesta tanto que lo haya hecho sino que me haya mentido”. Lo que duele no es el encame, es sentir que ya no hay confianza.
Cuando era chica pensaba que el adulterio era una cosa espantosa. Después pensé que si bien yo nunca lo haría, podría perdonarlo. Y ahora pienso que es una estupidez, y que no hay mejor manera de amar que con la libertad de saber que el otro va a volver siempre a casa, pase lo que pase mientras está afuera.