Hoy cumple años Ringo Starr. Quienes me conocen ya sea personal o virtualmente saben que estoy sanamente obsesionada con este Beatle. Me enamoré de Ringo a la tierna edad de cuatro años y desde ese momento, hace ya casi un cuarto de siglo, no dejé de quererlo ni un solo segundo.
Mi recuerdo sobre el momento de flechazo con Ringo quizás sea algo fabricado, pero es gracioso porque parte de un equívoco. Estaba viendo “Yellow Submarine”, y el personaje de Ringo (que ni siquiera está doblado por él) dice la última frase antes de que empiece a sonar “All Together Now”. Interpreté que era Ringo quien cantaba ese tema que tanto me gustaba y entonces me empezó a gustar él. Pero el tema lo canta Paul, Beatle al que me costó querer.
Lo que me pasó con Ringo es parecido a lo que debe pasar con los matrimonios arreglados. Ya había decidido que amaba a Ringo, y lo que me quedaba era encontrar justificaciones para sustentar mis sentimientos. Me obstiné. Además de escuchar todos los discos que tenía a mi disposición, vi todas las películas. Y con “Help!” sucedió la magia.
“Help!” es una película completamente absurda, precursora de los Monty Python (con quienes hizo un sketch rarísimo). Ringo es el protagonista de la película a pesar de no ser el protagonista de la banda. Ringo, como todos los bateristas, estaba en el fondo del escenario. Cada tanto le daban algún tema para cantar, pero la disposición de su instrumento hacía que él no pudiera estar adelante. No creo que a él le importara demasiado.
Con “Help!” no sólo accedí a la imagen de Ringo (antes había visto algunas fotos nada más), sino también a sus movimientos, sus actitudes y muy especialmente a su capacidad actoral para la comedia. De más grande vi entrevistas en documentales y entendí que los Beatles eran un grupo cómico que hacía música increíble y que Ringo era el más gracioso de todos porque era el que menos seriamente se tomaba a sí mismo.
Su comicidad y su manera de acompañar sin buscar ser estrella (su apellido original es Starkey, podría haberse puesto Ringo Star pero decidió agregarle una R, quizás para no mandarse la parte) son los rasgos que más rescato de su persona. Y tal vez estos sean los atributos que hacen que sea tan actractivo para la infancia.
Para mí la infancia es el momento más importante de la vida de una persona, sobre todo porque, si está bien llevada, no se termina nunca. Ser infante es jugar, desligarse de los límites que nos impone la realidad. Es permitir que la imaginación nos invada y sea nuestra única guía. La infancia es pura improvisación, pero también es reconocer la mirada de quien nos cuida. Y a los adultos les toca abrazar sin apretar, estar sin protagonizar.
Si le preguntamos a cualquier chico de aproximadamente 10 años hoy, de una educación más o menos abierta, quizás no sepa decirnos quiénes son los Beatles. Pero si le ponemos “Yellow Submarine”, es probable que la conozca y comience a cantarla. Para muchos, esta canción es la puerta de entrada al mundo maravilloso de la beatlemanía. Y está cantada por nuestro querido Ringo.
Esa no es la única conexión que Ringo tiene con la niñez. El hecho de que haya puesto su voz en “Thomas y sus amigos” es bastante conocido y genera mucha risa. ¿Qué hacía un Beatle narrando las aventuras de un trencito animado? Nada, eso.
En Get Back, la serie documental de Peter Jackson sobre las “Get Back Sessions” en Abbey Road, podemos ver cómo Ringo juega con Heather, la hija de Linda. También vemos cómo la deja tocar “Let it Be” con él, sin condescencia, dejándola hacer sin siquiera mirarla, dándole libertad para equivocarse, para formar parte. No sabemos cómo llegó ella a tocar ahí, pero me la imagino recibiendo instrucciones precisas de Ringo: tocá este platillo con este palo a este ritmo. Y ya está, la magia está hecha. Una nena de seis años tocó con los Beatles.
Hace poco, Ringo apareció en una serie de Las Chicas Superpoderosas. Grabó un video musical y le puso la voz (y su imagen) a un personaje llamado Fibonacci Sequins:
Si bien lo adoro, no soy su biógrafa ni mucho menos. No sé todas las cosas que hizo Ringo ni pretendo hacer un recorrido exhaustivo de su conexión con la niñez, porque lo cierto es que lo que me importa es que él modificó la mía.
Cuando daba el proyecto de los Beatles en 4to grado lo empezaba con una foto de los cuatro. Les preguntaba si sabían quiénes eran, alguno tiraba el nombre de Lennon, otro se sabía los nombres de todos, y otros no tenían idea de nada. Después escribíamos los nombres de cada uno al lado de su foto, y cuando tocaba escribir “Ringo”, yo le ponía un corazoncito a la “i”. Los nenes se reían, me preguntaban por qué y yo les decía que era mi novio. Muchos lo creían. Me preguntaban si mi marido lo sabía.
A lo largo del proyecto, cada vez que tenía que escribir “Ringo” le ponía el corazoncito. Cuando me fui de la escuela, los chicos me regalaron un montón de dibujitos y cartitas. Más de la mitad lo mencionaban o retrataban a él.
Ringo me regaló algo intangible, y yo espero haber podido transmitirle a mis pequeños aquel amor por la paciencia, el humor y el acompañamiento. El “estar ahí”, el juego, el sentido del ritmo de la vida que varía mientras se mantiene constante. Eso también nos enseñó Ringo: a ir cambiando el andar sin abandonarnos en el camino.
Veri hermosa, me encantó! En Let it Be, la vi hace dos días, y hay una escena hermosa donde Ringo compone Octopus’s Garden. Me encantó la película. Parece una edición más amable y corta que Get Back, con el mismo material de archivo del cual usó los restos Peter Jackson. O eso entendí. Nada, que me pasaría todo el día mirando a los Beatles. Besos, F